Represas y desarrollo un nuevo marco para la toma de decisiones

El reporte final de la Comisión Mundial de Represas*

 

Prefacio del Presidente

Globalización desde abajo

 

Si la política es el arte de lo posible, este documento es una obra de arte. Redefine lo que es posible para todos nosotros, en beneficio de todos nosotros, en unos momentos en que la presión que ejerce el tema del agua en los gobiernos nunca ha sido más intensa. Pensemos en esto: en este planeta azul, menos del 2.5% de nuestra agua es dulce, menos del 33% del agua dulce fluye, menos del 1.7% del agua que fluye discurre por cauces. Y hemos estado obstaculizando incluso estos. Hemos represado la mitad de los ríos del mundo a la tasa sin precedentes de uno por hora, y en dimensiones también sin precedentes de más de 45 000 represas de una altura de más de cuatro pisos.

Professor Kader Asmal Chair, World Commission on Dams

Prefacio Por haber autorizado la siguiente fase de una de las represas mayores del Hemisferio Sur puedo argüir que las naciones construyen grandes represas por razones sólidas. Las represas almacenan, utilizan y desvían agua para consumo, irrigación, refrigeración, transporte, construcción, industria, energía y recreo. Las represas trasladan agua del Ganges, Amazonas, Danubio, Nilo o Columbia para sostener ciudades en sus riberas. Para dividir, o repartir, las aguas, las represas son nuestro instrumento más antiguo. Pero ¿hay otros instrumentos, o es nuestra mejor opción?

La Comisión Mundial de Represas ha emprendido una revisión global rigurosa, independiente e inclusiva, explorando el terreno para ayudarnos a responder a esa pregunta con autoridad. Pero del mismo modo que la escasez de agua condujo a la construcción de represas, la competencia por la misma ha acentuado el trabajo de la Comisión. Al buscar agua nos enfrentamos con una crisis que se va extendiendo, incluso de proporciones bíblicas. En Eclesiastés, recordamos el pasaje:

Generación va y generación viene, 
pero la tierra siempre permanece ... 
Todos los ríos van al mar, 
pero el mar no se llena...

Las palabras son hermosas, inolvidables y, de repente, anacrónicas. Porque no son ciertas debido a demandas y represas durante nuestras vidas. Incluso ríos deteriorados rara vez fluyen libremente, sino que holgazanean por una cadena de embalses. En algunos años nuestros ríos más caudalosos, como el Nilo de África, el Amarillo de Asia, el Colorado de EE UU, el Murray de Australia, no llegarán al mar.

Esa escasez se complica por el hecho de que una de cada cinco personas en el mundo carece de acceso a agua potable segura. La mitad del mundo carece de higiene; millones mueren por enfermedades que acarrea el agua. Los agricultores compiten por agua con ciudades en crecimiento acelerado, pero bajo tensión. Las ciudades agotan acuíferos que tomó siglos llenar. El agua salada contamina al agua subterránea a kilómetros del mar. En China, México e India las capas de agua descienden un mero al año. En unas pocas décadas, al tratar de conseguir un quinto parte más de agua para 3 mil millones más de personas, una de cada tres personas puede tener problemas para beber o bañarse. Algunos ven en nuestra escasez un presagio de problemas venideros. Creen que la escasez de agua conduce inevitablemente a pueblos, regiones y naciones a una lucha feroz y competitiva en la que millones se esforzarán al máximo por temor e interés propio. Y con ello, afirman, cuando los ríos cruzan fronteras dentro de o entre naciones, la escasez de agua conduce a estrés de agua lo cual conduce a guerras por agua.

Nuestra Comisión, y por medio de ella, este Informe Final, contradice ese sentimiento. Vemos al agua como un instrumento, un catalizador de paz, que nos une, no para construir represas ni desmantelarlas sino para desarrollar recursos a largo plazo.

¿Más fácil de decir que de hacer? No necesariamente. La parte difícil radica en qué se puede ‘decir’ con honradez intelectual, visión e inteligencia. Sorprende que rara vez se haya intentado poner en práctica esta afirmación. A diferencia de otros aspectos de nuestras vidas, las grandes represas han eludido por mucho tiempo un escrutinio profundo, claro e imparcial del proceso con el que se construyen y se valoran. Este vacío es especialmente patente cuando se compara con inversiones en escala mucho menor. A diario apretamos y pesamos frutas y verduras para asegurarnos de que lo que el mercado nos ofrece es justo. Sometemos a una verificación rigurosa y analizamos el desempeño de un automóvil, conduciéndolo para probarlo, antes y después de pagar por él unos miles de dólares. Antes de comprar una casa o un negocio, los estudiamos con la debida diligencia.

Sin embargo, este siglo hemos colectivamente comprado, en promedio, una gran represa cada día, y ha habido escasísimos, o quizá ninguno, análisis comprensivo e independiente del por qué se necesitan las represas, cómo se desempeñan con el tiempo, y si estamos obteniendo un beneficio justo por nuestra inversión de $2 billones.

Hasta ahora.

Los esfuerzos pioneros son inevitablemente controversiales. Y aunque la Comisión Mundial de Represas tiene, por diseño, un carácter estrictamente asesor, no nos engañemos. Nuestra génesis, proceso de trabajo e implicaciones de este Informe Final son por naturaleza muy políticos. Nuestro mandato tiene que ver con el elemento más precioso de la tierra, y esto, claro está, conlleva poder: quién lo detenta, cómo compartirlo, en qué formas puede el estado equilibrarlo mejor. Algunos quizá sientan que este Informe hace que las decisiones acerca de la utilización del agua resulten todavía más difíciles; al elevar el listón, como de hecho lo hacemos, los gobiernos deben ejercer más vigor y creatividad para conseguir un resultado sostenible. Pero la verdad es que hacemos que estas decisiones resulten más fáciles; porque mostramos con claridad qué, cómo, dónde y por qué las decisiones pueden funcionar bien o no conseguir lo que se proponen.

Por esta razón afirmo que somos mucho más que una ‘Comisión de Represas’. Somos una Comisión para sanar las heridas profundas y auto infligidas que se abren donde quiera y cuando quiera que unos pocos deciden para muchos la forma mejor de desarrollar o utilizar el agua y los recursos energéticos. Esta es a menudo la naturaleza del poder, y la motivación de quienes lo cuestionan. En épocas recientes se ha cuestionado en todo el mundo a gobiernos, industrias y agencias de ayuda por decidir el destino de millones sin incluir a los pobres, o incluso a mayorías populares de países que creen que están ayudando.

Para que adquiera legitimidad en esas decisiones transcendentales, el verdadero desarrollo debe estar centrado en las personas, respetando siempre el papel del estado como mediador, y a menudo representante, de sus intereses. En las páginas siguientes no refrendamos la globalización impuesta desde arriba por unos cuantos. Refrendamos la globalización decidida desde abajo por todos, una orientación nueva en la política y desarrollo globales del agua.

Con esta orientación, debemos ocuparnos del pasado antes de describir el camino para el futuro. La integridad de nuestro proceso determina la integridad de este producto, lo cual plantea un punto clave. Me siento orgulloso de firmar este trabajo, y de dirigir este proyecto, pero el documento que tienen entre manos no tiene como autor, como algunos Informes de la Comisión, a su presidente.

Es fruto del trabajo de varios autores a quienes originalmente separaban las líneas divisorias culturales y filosóficas del debate. Ahí radica su verdadera fuerza. En realidad, la hipótesis de que la cantidad de personas que escriben algo es inversamente proporcional a cuánto dice, sólo tiene una validez relativa. Centenares de libros y publicaciones elocuentes ilustran el debate sobre las represas y el desarrollo desde alguno de los dos lados. Escritos por un solo autor, dicen mucho, pero resuelven poco. El Informe Final de la CMR es importante, y será recordado, no sólo por lo que dice, sino por el hecho de que varios centenares de hombres y mujeres estuvieron directamente involucrados en decirlo. Le dio forma la competencia de los miembros de la Comisión, muchos de los cuales han dedicado todas sus vidas a aspectos de ingeniería, ambientales, sociales e institucionales de ríos y represas. Todos nosotros fuimos sensibles a las necesidades del desarrollo humano al escuchar las aspiraciones, dolor y angustia de personas concretas.

Lenta en hablar, la Comisión fue rápida en escuchar. Ambos lados del debate ofrecieron sus perspectivas: desde funcionarios de represas con obligación de gobernar hasta personas afectadas por represas con historias que contar. Al ventilar hechos llegamos a un acercamiento que comenzó en Gland, Suiza y prosiguió, sin parar, a través de audiencias, consultas, estudios de caso, presentaciones y revisiones que abarcaron a más o menos unas mil represas grandes.

Por medio de este proceso comenzó a emerger una comprensión y una verdad compartidas, y con ello el delgado hilo con el cual coser las puntadas de la reconciliación. En esta Comisión, las primeras puntadas se dieron, quizá, cuando una mujer que arriesga su vida oponiéndose a una gran represa enhebra el ojo de la aguja con un ingeniero que se especializó en el diseño de represas. O cuando el líder de una de las compañías de tecnología más grandes del mundo tuvo un intercambio con el líder de uno de los pueblos orgullosos pero desposeídos del mundo. Mientras Seattle, Toronto, Washington, Londres y Berlín se veían enfrentados con turbulentas protestas sobre la globalización y el desarrollo, nosotros seguimos dando tranquilamente puntada tras puntada para coser un tapiz más fuerte, más flexible y colorido.

Nuestra labor no ha concluido. Con este documento, ha comenzado la de ustedes. Desearía poder ser tan sencillo y pegadizo como los manuales populares que ofrecen soluciones simplistas para situaciones complejas. Reconocemos todos esos argumentos, y los asimilamos. Pero llegamos más allá de Declaraciones, que instan: ‘Reconozca los derechos humanos’ o ‘Conserve los recursos naturales’.

Decirme a mí, que soy un funcionario público acosado que debe responder a 48 millones de personas inquietas, hambrientas y sedientas, ‘Asegure que el desarrollo sea sostenible y humano’ es como advertirme, ‘Opere, pero no cause heridas nuevas’. Ya lo sé. Lo que no sé es cómo hacerlo. Para explicar cómo desarrollar recursos hídricos sin agotar o a mis ciudadanos o a los recursos de los que dependemos todos, debemos ir más allá de lugares comunes. Nuestra curación debe emerger no a través de anécdotas, sino por medio de una argumentación compleja, coherente y cohesiva que muestre con claridad dónde hemos estado, qué sucedió, por qué estamos en conflicto, y cómo podemos, con una comprensión adecuada, curarnos.

Esto conlleva primero desenmascarar conceptos erróneos. Las demandas de hoy son demasiado complejas, nuestra tecnología demasiado avanzada, nuestros ciudadanos demasiado diversos, nuestras opciones demasiado numerosas para que sea posible una sola solución. Por ejemplo, imaginemos una represa típica.

Quizá uno vea una estructura lisa, parabólica, de concreto. Parece generar electricidad barata por medio de turbinas en su base. Los ingenieros están encantados con ella, los ecólogos la maldicen, las tribus indígenas pierden su cultura debido a ella. Después de la construcción la pesca casi desaparece, pero también disminuyen las inundaciones. No contamina ni el aire ni el agua, proporciona agua a ciudades cercanas, convierte suelos áridos en tierras agrícolas ricas. Se reubica a personas y animales, pero los beneficios económicos la hacen costo eficiente. La represa encarna ambiciones de estadistas, pero cuando los políticos llegan con sus ambiciosos planes, la gente temerosa agita pancartas que dicen ‘Salven nuestro querido río’.

Este cuadro lo he pintado yo. Fue lo que imaginé cuando asumí el cargo de ministro de Asuntos Hídricos y Desarrollo Forestal bajo Nelson Mandela. Cinco años de trabajo directo suavizó esa visión. Presidir esta Comisión la echó por tierra.

En lugar de mi arquetipo vi: represas construidas con tierra y represas que no generaban electricidad; represas alabadas por ecólogos y represas ridiculizadas por ingenieros; represas utilizadas durante siglos por pueblos indígenas, represas que incrementan la pesca, represas que producen inundaciones mortales; represas que cambian los procesos químicos del río o que incrementan las emisiones netas de gases de efecto invernadero. Vi beneficios de represas que dejaban de lado a comunidades contiguas sedientas camino a la ciudad, represas que agotaban y erosionaban suelos ricos debido a la saturación y a la salinidad. Vi represas que no desplazaban a nadie, represas que creaban humedales y trabajo, represas que costaban el triple de lo presupuestado, represas totalmente abandonadas y que no tenían valor simbólico. Luego vi a políticos que ofrecían planes ambiciosos y burocráticos para ríos, con oposición de activistas locales que gritaban, ‘Salven nuestro querido río’.

Por mucho que sepamos, o pensemos que sabemos, acerca de represas, no se puede leer el informe que tienen entre manos y seguir conservando intactas sus suposiciones. Por muy escépticos que sean, saldrán cambiados. Pienso que para mejorar. Porque la verdad es que no existen represas típicas.

Pero las decisiones que conducen a esas represas tienen mucho en común. Han surgido pautas claras, y todas las partes las han cumplido. Hemos llegado todos a acuerdos, establecido un proceso de curación que esperamos que funcionará, y puesto ante ustedes este manual. Léanlo con cuidado, aunque no de una sola sentada, con un ojo puesto en dónde se puede aplicar en sus propias necesidades y agendas específicas. Es riguroso, sin ser rígido; ve al Estado como un instrumento de desarrollo, aunque reconoce la necesidad de la participación popular; su tono es imparcial y de consejo, pero autoritativo en su aplicación práctica.

Se dice que, si no dominamos la tecnología, la tecnología nos dominará. En el pasado, nuestra dependencia irrestricta de la tecnología de grandes represas pesó mucho sobre nosotros con todo su misterio incomprendido. Se interpuso como muralla sólida y divisoria, entre nuestras orillas izquierda y derecha, entre las áreas río arriba y río abajo de nuestros ríos. El trabajo de la Comisión ha finalizado. Y ahora, quizá, se puede mantener a la tecnología bajo nuestro control, unido y democrático, con todos nosotros como sus dueños. De esta forma podemos hacer frente a la escasez venidera de agua con confianza y seguridad, sabiendo que el agua no es algo por lo cual pelear. El agua es para conservarla. El agua es para bañarse. El agua es para beberla. El agua es para compartirla. El agua, gracias a este informe, es nuestro catalizador de paz. 

Articulo Completo: http://adivima.org.gt/archivos/Informe%20Comision%20Mundial%20de%20Represas%202000.pdf